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martes, 10 de mayo de 2011

Pascua: la fiesta de las piedras removidas




Por la mañana del día de Pascua, algunas mujeres fueron al huerto y vieron la piedra removida.


El Señor había resucitado!


A pesar de esa sensibilidad que tenemos nosotras y nuestra intuición hacia todo lo sensible, cada una tiene, muchas veces una gran piedra en la embocadura del alma.


No nos deja pasar el oxígeno, nos oprime el corazón, nos amordaza y bloquea cada rayo de luz. Esta oscuridad no nos permite ver al que tenemos al lado.


Es la piedra de la soledad, de la miseria, de la enfermedad, del odio y la desesperación, la tristeza y el dolor.


Tenemos muchos elementos para remover la piedra. Hagamos palanca con la oración, empujemos con la fortaleza de María, saquemos el polvo y las telarañas con el plumero que nos prestan en las reuniones de la Agrupación, y al hacer lugar dentro del corazón, invitemos al

Resucitado a que habite en ella.


Que la Pascua sea para todos, el rodar de esa piedra, el fin de las pesadillas, el inicio de la luz, la primavera de nuevas relaciones.


Y si cada una de nosotras, saliendo de su sepulcro, se esforzara en remover también la piedra del vecino, se repetiría nuevamente el milagro que marcó, la Resurrección de Cristo.






Señor, ayúdame a remover mi piedra y quédate en mi vida!